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La chía, también conocida como salvia hispánica, es una planta originaria de América Central que durante siglos ha constituído uno de los pilares de la dieta de las civilizaciones azteca y maya. En algunos momentos de la historia, la chía llegó a ser el tercer alimento más consumido en México, después del maíz y el frijol. Además del uso alimentario, estas culturas también han usado esta planta para elaborar remedios medicinales, cosméticos y pinturas.

Como es habitual, la sabiduría ancestral de estos pueblos no eligió la chía por casualidad. Hoy en día sabemos que la composición nutricional de sus semillas es excepcional. Es un alimento excelente para todos aquellos que queremos mejorar nuestra salud, ya que es una opción libre de glúten y por lo tanto apta para los celíacos y para los seguidores de la dieta Seignalet. También es excelente para las dietas vegetarianas, ya que constituye una fuente de proteínas completas que difícilmente encontraremos en otro vegetal (con excepción de la quinoa y el amaranto). Además de ser un potente antioxidante y antiinflamatorio, la chía es fácil de digerir y de asimilar por el organismo.

Otra de las grandes cualidades de la chía, al igual que muchas otras semillas, es la gran cantidad de ácidos grasos omega 3 y omega 6 que contiene, pero a diferencia de las otras, la chía es la fuente vegetal con mayor concentración de estos ácidos grasos que nos ayudan a controlar nuestros niveles de colesterol y triglicéridos y a cuidar nuestro sistema cardiovascular. A diferencia de otras fuentes de ácidos grasos, la semilla de chía se puede almacenar durante mucho tiempo sin que se oxide, ya que la propia cáscara de la semilla conserva todas sus propiedades.

Tomando semillas de chía también tenemos un gran aporte en vitaminas del grupo B, fósforo, calcio, potasio, cobre, manganeso y zinc. Por su alto contenido en fibra soluble, las semillas de chía nos ayudan a regular el tránsito intestinal y a incrementar la sensación de saciedad al comer. La fibra contribuye a limpiar el intestino de tóxicos y a regular el peso.

La mejor manera de comer la chía es moler las semillas. No debemos tomarlas enteras, ya que por su pequeño tamaño y dureza no podremos masticarlas correctamente y pasarán por nuestro organismo sin digerir. Otra de las maneras de tomar las semillas de chía es ponerlas en remojo con agua o cualquier otro líquido durante al menos 15 minutos. Al hacer esto, las semillas reaccionan con el líquido y sueltan una especie de gelatina. Esta propiedad de algunas semillas es muy útil en la cocina para preparar recetas que necesiten algún tipo de espesante. Podemos usar la chía en remojo para preparar, por ejemplo, un batido a base de semillas, leche vegetal, cacao y miel. Podemos añadir chía en remojo a bebidas, zumos, sopas o purés para conseguir un alimento nutricionalmente completísimo.

Si queréis seguir una dieta sana, libre de tóxicos y con un aporte nutricional completo, probad a incorporar un poquito de chía en la dieta. Con una cucharadita de café al día es más que suficiente, dentro de una dieta equilibrada, para mantener un aporte de nutrientes adecuado. Podéis probar a añadir semillas de chía en la leche vegetal, el café o los zumos, teniendo en cuenta que las semillas de chía en remojo no alteran el sabor de los líquidos ya que son insípidas.