A todos nos parece que la sal es simplemente eso, sal, pero existe una gran diferencia entre los distintos tipos de sal que existen. Entre las sales más conocidas para el consumo humano tenemos la sal común, la que usamos la mayoría para cocinar y dar sabor a las comidas. Sin embargo, debemos saber que la sal común no es muy adecuada para nuestra salud, y en cambio tenemos otras sales a las que podemos recurrir y que, al contrario de la común, tienen beneficios para nuestra salud.

Una de las mejores opciones que tenemos es la sal marina, que aunque parezca igual a la sal común, presenta grandes diferencias, que podríamos resumir en que mientras una da vida, la otra mata. La sal marina es el mayor concentrado de minerales naturales, y por lo tanto un gran alimento natural, vital para el funcionamiento celular de nuestro organismo. Tiene una composición mineral parecida a la composición del suero sanguíneo. Entre otros minerales contiene: azufre, boro, bromo, carbono, estroncio, magnesio, potasio, sodio, aluminio, arsénico, bario, cesio, cobalto, flúor, fósforo, hierro, litio, manganeso, mercurio, molibdeno, níquel, nitrógeno, oro, plata, radio, rubidio, selenio, silicio, torio, uranio, vanadio, zinc, yodo, etc… La sal común, por el contrario, es una mezcla artificial pobre en minerales, compuesta de sodio, que altera el buen funcionamiento del cuerpo. Además, desde hace más de un siglo, a esta mezcla se le añade yodo de manera artificial para intentar contrarestar las dietas pobres en yodo. Esta práctica mejoró los problemas de hipotiroides en grandes grupos de población, pero hoy en día, paradójicamente, está causando hipertiroides.

Los músculos, al deshidratarse, pierden grandes cantidades de agua, y sales minerales, creando un estado de cansancio y agotamiento físico y mental. Debemos reponerlos rápidamente. Con la sal común, sólo llegará a las células sodio puro. La sal marina, por el contrario, repone en instantes lo gastado. Algunos de los beneficios que nos proporciona su consumo (siempre con moderación) son:

• Da energía a los músculos.
• Compensa los perjuicios de una alimentación deficiente.
• Disminuye la acidez gástrica.
• Estimula la circulación sanguínea, respiratoria, centros nerviosos, los riñones, y las vías urinarias.
• Elimina los ácidos tóxicos, el láctico y el úrico.
• Enriquece la presencia en el organismo de calcio, etc.
• Gracias al magnesio, previene los trastornos del corazón.
• El flúor fortifica los huesos y los dientes.
• Tiene gran efecto bactericida y antibiótico.
• Produce un gran equilibrio electrolítico.
• Regula los excesos de Sodio y de Potasio, bajando la propia presión arterial.
• Evita las constipaciones.
• Es antialérgico.
• Estimula notablemente la cura de las heridas, alivia la Psoriais, los procesos menstruales y el bocio.
• Combate el colesterol y los cálculos biliares.

La sal marina se obtiene de la evaporación del agua del mar. También se puede obtener sal a partir de otros métodos, como puede ser la extracción a partir de las rocas.

La sal de mesa común es, mayormente, cloruro de sodio, aunque contiene algunos otros minerales tales como magnesio, potasio y yodo, entre otros. En el proceso de refinado de la sal común (para que quede fina y blanca) se pierden muchos de los minerales que contenía originalmente. También se pierden algas microscópicas que ayudan a fijar el yodo natural en el organismo. Sin embargo, la sal marina conserva todos estos elementos, posee más oligoelementos y minerales, y sobre todo, tiene mayor contenido en yodo, lo cual contribuye a la salud del organismo, y muy especialmente al correcto funcionamiento de la glándula tiroides.

Por otro lado, la sal marina tiene un sabor más fuerte y por eso, se suele emplear menor cantidad para sazonar las comidas, algo muy favorable si consideramos que en general, se consume mucho más sodio del que necesitamos. La sal marina tiene un color más grisáceo, propio de su estado natural, y al ser menos refinada que la sal que empleamos habitualmente para condimentar, posee más nutrientes y más sabor.

La sal común es «enriquecida» con aditivos químicos que evitan la formación de cálculos, pero no son naturales y son perjudiciales para la salud. Su alto contenido en sodio favorece la hipertensión y la retención de líquidos. También se puede asociar al consumo de sal común: Edemas, Eclampsia, Arteriosclerosis, Cálculos renales, Cálculos vesicales, Cálculos biliares, Hipoplasia de la tiroides, Nódulos en la tiroides, Disfunción de la paratiroides, etc…

Intentad probar la sal marina, o la sal del Himalaya, que sea de «cultivo» ecológico, para asegurarse de que no ha sido tratada químicamente. Evitad las sales de color blanco puro, porque no son naturales, y buscad aquellas que sean menos blancas, incluso de color gris. La sal céltica es una sal recogida con métodos artesanales, que garantizan que no ha sido tratada químicamente ni procesada con métodos agresivos, como hornos industriales o materiales metálicos.